Profanar un símbolo es una herejía; no reverenciarlo es una incultura tal que raya en el irrespeto. Venerarlo y colocarlo en el pedestal más alto muestra la valía de una generación de hombres y mujeres con valores identitarios que engrandecen la especie humana.
Cuba está llena de símbolos: la Bandera de la Estrella Solitaria , el Escudo de la Palma Real y el Himno Nacional son los más sagrados. También atesora atributos como la Flor Mariposa , la Palma Real y el Tocororo, que nos identifican en cualquier lugar del mundo.
Unos y otros se complementan, porque encierran valores y legados; alimentan el espíritu y de hecho lo fortalecen para dar cauce a una vida de entrega, y a las acciones más heroicas, que sin esa fuerza tal vez seríamos incapaces de asumir o protagonizar.
Cuando se está lejos de la Patria escuchar apenas la música de esa ardiente estrofa: Al combate corred bayameses, puede provocar hasta las lágrimas. Ver izar la Bandera en lo más alto del podio olímpico o de otra competición deportiva internacional y contemplar al atleta recorrer el estadio abrazado a su Bandera, suscita emociones irrepetibles, nuevas, aunque la hayamos vivido muchas veces.
Cada uno tiene su encanto y su historia, muy vinculada al acontecer de este amado archipiélago donde nací y quisiera también morir, para ser enterrada a la manera de la poetisa matancera y cubanísima, Carilda Oliver Labra: Con toda la tierra encima.
La música del Himno fue estrenada el 11 de junio de 1868, pero no para acompañar el combate, sino en funciones religiosas. Días más tarde, el 20 de octubre, la música iniciada en la iglesia regresó a la Plaza central de Bayamo, donde el pueblo celebraba la victoria de los mambises sobre las fuerzas españolas. En ese momento, el patriota Perucho Figueredo pidió papel y pluma, y sobre la silla de su caballo escribió esos versos guerreros que constituyen hoy la letra del Himno Nacional.
Cuentan que cerca de la Plaza , en el lugar donde estaba confinado, por las fuerzas cubanas, el teniente coronel Julián Udaeta reconoció la música escuchada en la iglesia, y expresó: “Yo sabía que no estaba equivocado; no era música religiosa, sino una marcha patriótica”.
Hace apenas dos meses conocí la Plaza de Bayamo y me embriagó una sensación muy hermosa, al recordar que allí se entonó por vez primera nuestro Himno Nacional, esa solemne marcha que me hace vibrar cada vez que la escucho o la canto.
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