viernes, 25 de noviembre de 2011

Huellas femeninas en el levantamiento armado del 30 de Noviembre

AÍDA QUINTERO DIP
Nombres de mujeres tejieron una historia de heroísmo y rebeldía únicos antes, durante y después del levantamiento armado de la legendaria ciudad de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956, en el mismo momento en que el yate Granma navegaba hacia el futuro.
Rostros femeninos cosieron para el estreno los uniformes verde olivo en el sigilo de la madrugada; a los perseguidos protegieron en armarios, bajo las camas y en los sitios más inverosímiles, abriendo de par en par las puertas de sus casas y también los corazones; listas estuvieron en los botiquines para curar a los heridos en caso necesario; guardaron en los senos y bajo las faldas mensajes indicando peligrosas misiones, con entereza y sin perder la ternura ni la sonrisa, en esos días en que el feroz enemigo no tenía tregua contra todo lo que oliera a revolución, y no hacía distinción de si tenía delante un combatiente con faldas o con pantalones.
Su altruismo en el cumplimiento de cada acción, fue un aporte decisivo que tuvo su reconocimiento, al servir de acicate a los compañeros de armas, quienes se crecían ante la adversidad y los inconvenientes, al comprobar la actitud de ellas, cual herederas de Mariana Grajales.
Fue tanto el derroche de coraje, que cada grupo clandestino ponderó siempre la valentía que mostraban, y se enorgullecía de tenerlas en las células como una combatiente más, independientemente de que los más recelosos tuvieron al principio alguna duda de su efectividad.
Si quisiera sintetizarse su grandeza, en la gesta del 30 de Noviembre, bastarían cuatro nombres muy queridos que bien podrían representar la hidalguía de tantas santiagueras y de historias anónimas de aquellos días de enfrentamiento y riesgo: Haydée Santamaría, Vilma Espín, Asela de los Santos y Gloria Cuadras.
Frank País, como avezado jefe clandestino, avizoró desde el primer momento la trascendencia de su contribución, las aceptó en rol de combatientes y les prodigó el cariño de hermanas;  algunas tuvieron responsabilidades en el Movimiento 26 de Julio como la moncadista, fogueada veterana en la lucha, Haydée, y Vilma con un aval ganado en la pelea; otras fueron propagandistas valiosas  como la periodista Gloria Cuadras, brava, de gallarda actitud, siempre  con su rostro descubierto ante el enemigo.
Ese ejemplo ha sido uno de los legados más imperecederos para las mujeres de estos tiempos, quienes lo han tomado como estandarte para conquistar derechos y espacios; exigir un puesto en la trinchera de hoy, especialmente en el trabajo; ocupar  responsabilidades en frentes estratégicos; desempeñarse en ramas  donde no se les concebía, y sentar pautas de disciplina y dedicación en sus faenas, sin olvidar su condición de madres, esposas e hijas, como forjadoras de las nuevas generaciones.
Si José Martí las hubiera conocido e interactuado con ellas en aquella época, seguramente tuviera que decir de estas valerosas cubanas lo mismo que en una oportunidad manifestó de Mariana Grajales: “Fáciles son los hombres con tales mujeres”.

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