jueves, 28 de enero de 2016

El Martí de enero



 Marta Gómez Ferrals
   El Martí de enero, un mes tan cantarín de comienzos, primicias y renovaciones, es infante por su pureza, adolescente en su vigor y de pensamiento iluminador. Nace y renace cada año.
   Casi es tradición ir a él desde la comunión o devoción, limpiando el alma y oreando el césped en contorno, al igual que él mismo se aprestaba a recibir la belleza y como  casi siempre van los hijos a los padres.
    Es bueno observarlo, sobre todo cuando se ha llegado a la madurez o al punto en que  se han cometido todas las desacralizaciones de rigor, caras a quienes andan por la primera juventud, y se ha hurgado a fondo en su dimensión humana. Y es mejor aun si se ha intentado conocerlo a profundidad como hombre de su tiempo,  patriota y revolucionario, intelectual y político brillante.
    Entonces puede no hacer daño al ego de cualquiera ver su luz en lo alto, por encima de la media, porque la humildad y el amor en ese minuto son más importantes y lo demás parece mera retórica o superficialidad.
  Enero y la vida deben rebasar al Hombre de la Edad de Oro, de los Versos Sencillos y del poema de la adolescencia A mi madre, escrito  a los 15 años en 1868, al jovencito de Abdala y de la carta de denuncia a la apostasía, escrita junto a Fermín Valdés Domínguez y llevar hasta El presidio político en Cuba. Y de ahí a su periodismo acucioso y militante y a su ideario.
  Y aunque en estos tiempos la madurez psíquico y emocional no se produce tan tempranamente como en los del Apóstol, al contrario de lo que piensan muchos, sería maravilloso para las generaciones bisoñas intentar crecer eligiéndolo como compañero de aprendizaje. 
   De esta forma el Martí que empieza a caminar junto a los cubanos con las luces de enero no sería solo el de La rosa blanca o “el hombre sincero”, memorizado, pero nunca aprehendido por muchos.
  Si es importante conocer bien su ideario independentista, sus conceptos sobre la justicia social, las culturas originarias de América o el papel del naciente imperialismo en su época, en los días corrientes, con crisis y forja de valores, no se debe olvidar el sol moral que representa, tal como señalara Cintio Vitier.
  Hay que acercarse a la entelequia que es, hablando metafóricamente desde luego. A partir del concepto de entelequia primigenio, dado por la filosofía antigua griega a todo lo que llevaba en sí mismo la capacidad o cualidad de mejorarse o perfeccionarse. Y Martí asombraba por su constante crecimiento espiritual y personal.
  Es si se quiere una deuda con aquel que llamó a amar las cosas sencillas y esenciales cercanas y concluyó que el sufrimiento es menos en las almas poseídas por el amor: "la vida no tiene dolores para quien entiende a tiempo su sentido".
 Que siga percibiéndose así en sus natales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario