Bárbara Vasallo Vasallo
Inadmisible, inconcebible, fueron palabras que como ráfagas de ametralladora escuché a una mujer que conversaba con otra, y más que hablar, gritaba, cuando indignada refería que tuvo que pagar 15 pesos por tres malangas, porque no le quedó otra alternativa ante el alimento que necesitaba el nieto.
Es un tema que se reitera y aflora cada vez que se habla de buscar el plato elemental de la mesa diaria.
Los campesinos producen los alimentos; pero la mayoría de los productos van a parar a manos de los carretilleros y particulares que se aprovechan de las carencias y ponen los precios más convenientes para sus bolsillos.
Son mecanismos que se mueven desde hace mucho tiempo; pero no funcionan. Si es la empresa de acopio la encargada de comercializar las producciones agrícolas, previa contratación con los campesinos, ¿por qué malangas, boniatos, calabazas, plátanos, granos, hortalizas y vegetales van a parar a carretillas, portales e improvisados puntos de ventas, donde los precios se multiplican, triplican…?
Control falta. También la exigencia debe partir desde las autoridades y todas las estructuras del Ministerio de la Agricultura, la organización que agrupa a los campesinos y cuántas personas involucradas en tan sensible asunto existan.
No es posible que cada cual siembre lo que más le convenga porque pagan mejor ese producto, no es posible que sigan sin resolverse los problemas que agobian a la gente. Porque para comerse una ensalada de tomate hay que pagar la libra a 18 pesos o un pepino cuesta ocho…
En la más reciente sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el General de Ejército Raúl Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, fue clarísimo cuando convocó a buscar una solución inmediata a esta cuestión.
Se trata de la comida del pueblo, y esa no admite más espera. La mayoría no puede pagar 15 pesos por tres malangas, ni 16 por una libra de frijoles negros, ni dos pesos por un boniato.
Problemas y debilidades que persisten y provocan insatisfacciones.
La tierra, en Cuba, la entregó la Revolución a los campesinos, el mismo proyecto social que proclamó la Ley de Reforma Agraria, una de las primeras medidas adoptadas y previstas en el Programa del Moncada. La tierra que hoy hacen producir los campesinos no cayó del cielo…por eso los precios tampoco deberían andar por el cielo.
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