Julio Juan Leandro
Cuando Orestes llegó a su casa aquel anochecer del mes de febrero de 1955 del pasado siglo, cabizbajo y cansado, venía con una noticia buena y otra mala.
Al fin, después de varios meses de corre-corre, le aprobaron su jubilación por incapacidad laboral en el municipio cienfueguero de Palmira, pero del importe de los tres primeros meses (105 pesos), 80 fueron para el jurista que le preparó su expediente y el resto para Orestes.
Luego de más de 40 años como obrero habitual cañero, pensaba que con los 35 pesos que recibiría cada mes y un tranque en el río Caonao, más un sitio de cuatro cordeles, podría asegurar el sustento de la familia.
Sin embargo, cuando cobró su cuarto mes, prácticamente se le fue todo en medicinas y consultas médicas, por lo cual tuvo que vender en 15 pesos su “vehículo”: una yegua alazana.
Qué contraste los tristes recuerdos de aquellos tiempos y su desempleo, analfabetismo, insalubridad y burdeles que reinaban en Cuba, con la actualidad, al saber que el Estado cubano destinó para el 2016 el 52 por ciento del total del presupuesto para garantizar las conquistas sociales como la atención médica y la educación.
En la Salud se respaldan los más de 150 hospitales, 400 policlínicos, 11 mil consultorios médicos, 140 hogares maternos, entre otros; y se asume el incremento de los gastos de medicamentos en 200 millones de pesos.
Mientras, el presupuesto educacional ampara a más de un millón 700 mil estudiantes de las enseñanzas preescolar, primaria, media y de adultos; así como también a 173 mil estudiantes en la superior.
Fueron destinados 680 millones de pesos para subsidiar personas necesitadas de emprender acciones constructivas en sus viviendas, además de 66 millones a la rehabilitación de casas de abuelos y dos mil 424 millones de pesos para el subsidio de la canasta familiar.
Hoy no se repetirán historias como la de Orestes, porque nadie queda olvidado y para las personas sin amparo familiar existen los establecimientos que garantizan su alimentación.
Pienso que él, padre del autor de estas líneas, que vendió bonos del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y recogió armas para el Ejército Rebelde en el Escambray, tuvo una visión futurista cuando me aseguró un mediodía de 1958: “Cuando los barbudos bajen de la Sierra con Fidel al frente, esta triste historia jamás se repetirá en Cuba”.
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