Miriam Prieto
Hace casi
justamente un año, el seis de enero de 2015, Cuba y el mundo se impactaron con
un acontecimiento esperado y feliz: el amor de Adriana y Gerardo, prisionero
por más de 15 años, lograba, al fin, alcanzar la maravilla.
Tras regresar a
casa el 17 de diciembre de 2014 con sus hermanos de lucha por la paz y contra
el terrorismo, Antonio Guerrero y Ramón Labañino, Gerardo lo había
anunciado: Adriana está embarazada, es
niña y se llamará Gema.
En la tarde de ese
día seis, ya en el nuevo año, una
noticia daba los esperados detalles:
"Gema
Hernández Pérez, hija de Gerardo Hernández Nordelo y Adriana Pérez O Connor,
nació hoy en La Habana a las ocho y 30 minutos de la mañana, resultado de una
cesárea.
Pesó 7.7 libras, y
según comentó Gerardo a Alicia Jrapko y Bill Hackwell, los amigos residentes en
Estados Unidos, la bebé es muy hermosa y él personalmente tomó las primeras
imágenes que pondrá a circular en cuanto ambos estén en condiciones de hacer
extensivo al mundo la extraordinaria felicidad que los envuelve’’.
En brazos de sus
padres se ha visto crecer, siempre sonriente, como si supiera desde su
inocencia la hermosa historia de la que es parte y fruto, una historia que
desde lo profundo habla de cosas sublimes: de solidaridad, entereza, fidelidad,
valor, dignidad, de amor.
Muchas manos y
corazones permitieron que naciera, esos mismos y otros la ayudarán a crecer,
todos parte de una obra gigante que se
llama Revolución.
Y justamente por
esa obra no engrosará la lista de los millones de niños sin escolarizar en el
planeta, porque ir a la escuela en Cuba
es un derecho humano y también deber que
garantiza el Estado de forma gratuita para todos, lo que significa
posibilidades reales de acceder a las aulas sin distinción de edad, sexo, raza,
religión o procedencia social.
Tampoco tendrá que
renunciar a correr, cantar o jugar para ayudar a su familia; jamás será una de
los millones de infantes sometidos al trabajo, porque en Cuba los pequeños
están protegidos contra la explotación económica y el desempeño de cualquier
labor que entorpezca su educación o sea nociva para su salud física y mental.
No estará ella
entre los millones de menores que en el mundo mueren antes de llegar a los
cinco años por causas totalmente prevenibles o víctimas de las guerras, el
hambre, las drogas, la prostitución, la violencia.
Tendrá Gema la
oportunidad para crecer y desarrollarse con educación, salud, libertad, protección, que es, todo junto, el derecho a
la vida.
La época en que
muchos niños morían antes de llegar a los brazos de sus mamás, de pequeños pies
descalzos sin cobijas, de manos menudas pidiendo limosnas para comer, pequeños
todos desamparados y pobres, solo la conocerá a través de los libros de
Historia, por las clases de sus maestros o los relatos de sus progenitores.
Pero deberá
aprender que para que aquel presente sea hoy pasado muchos cubanos
interrumpieron sus estudios, entregaron sus ahorros, pospusieron fiestas y
diversión, renunciaron al calor de la familia, al amor de la novia; otros
muchos quedaron en el camino de una lucha larga y difícil, marcada con sangre,
lágrimas y dolor y sobre la cual se tejieron hermosos sueños.
Entonces amará su
tierra y comprenderá el sentido de la lucha de su papá Gerardo, de sus tíos
René, Fernando, Antonio y Ramón, que también son Héroes, solo que de un tiempo
mejor.
Y enorgullece y da
mucha paz saber que Gema no será nunca la expresión de un privilegio, sino la
historia de un futuro compartido por todos los niños de esta isla grande, que ha hecho suya la prédica martiana de que
ellos son la esperanza del mundo y reverencia los versos del trovador, de
Silvio, cuando canta "…solo el amor engendra la maravilla..."
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